Alicia Reynoso es una de las 14 enfermeras reconocidas por el Congreso de la Nación que, hace 42 años, atendió a los soldados argentinos heridos durante la Guerra de Malvinas. Nacida en Carbó - Departamento de Gualeguaychú (Pcia. de Entre Ríos)-, construyó una historia de vocación y contención que recuerda con añoranza desde su etapa escolar primaria: “Creo que las personas ya nacen para determinadas cosas. En mi escuela había una cajita de primeros auxilios con la cruz roja, de la que cada semana alguien era responsable. Si alguna alumna o alumno se lastimaba, había que asistirlo. Y yo me moría de ganas por tener siempre esa cajita”.

Luego de finalizar sus estudios en Santa Fe, ingresó en 1980 como enfermera militar en la Fuerza Aérea a modo de ensayo, dado que no había mujeres militares en esa época. Con tan solo 26 años, cuando ya era Jefa de Enfermería del Hospital Aeronáutico de Buenos Aires, recibió una comunicación que cambió su vida para siempre. Eran los primeros días de abril de 1982 y debía viajar al sur del país para trabajar en el Hospital Militar Reubicable, instalado en el Aeropuerto de Comodoro Rivadavia. “Le dejé a una amiga unas líneas escritas para mi familia. Fue la única forma que tuve de decirles que me iba. No supieron más nada de mí hasta más o menos diez o quince días más tarde cuando llamaron a las familias. Las cartas que nos mandábamos después estaban controladas y muchas veces abiertas. No podíamos decir nada”, recordó.

Y continuó su relato: “Cuando llegamos a Comodoro, esperamos el arribo del Hospital y lo armamos. Enviábamos mucho material a las Islas, a requerimiento de nuestros compañeros. Había una tensa calma que duró hasta el 1º de mayo, a las 4.40, cuando se iniciaron los bombardeos. Al poco tiempo empezaron a traer a los heridos y ahí vimos a esos jóvenes valientes que habían enfrentado a un poderoso como Gran Bretaña”.

En ese angustiante y trágico marco que día a día se cobraba vidas en manos de los ingleses, el rol de contención que brindaron las enfermeras a los soldados resultó fundamental: “Era todo una locura y con mucha improvisación… Habíamos hecho simulacros, pero no es lo mismo. Esto era de verdad. La Fuerza Aérea estuvo acertada en poner a las mujeres en esa línea. Vimos cómo esos jóvenes de 18 años, con una mirada triste pero con mucha fortaleza y orgullo, querían defender a la Patria en una guerra desigual. Muchos buscaban a su madre… Ellos siempre nos pedían volver”. Y agregó: “Fuimos un poco madres y un poco hermanas, tuvimos que curar el dolor que tenían en el alma, que muchas veces era mayor que el del cuerpo mismo. Dimos todo por defender al país. 649 héroes dieron la vida por esta democracia”.

“No me mojé los borcegos con la turba malvinera, me los mojé con sangre de los argentinos. Y eso no me hace ni más ni menos veterana que otras ni otros”, graficó lo vivido durante la guerra. Porque la participación de estas enfermeras excedió los límites propios de su oficio: “Hacíamos que los combatientes se den una ducha de agua caliente y se acuesten en una cama con sábanas limpias. Ellos siempre se acuerdan. Hace unos años estaba dando una charla y había un hombre en el fondo, muy emocionado. Cuando terminó la jornada, se acercó con su esposa y sus hijos y me dijo ‘señora, yo tengo guardado el camisolín que usted me puso’. Fue algo muy fuerte. A nosotras nos tocó esta parte triste como lo es estar en un hospital de guerra. Nada equiparó a lo que vi ahí”.

Por otro lado, Alicia Reynoso rescató el sentido solidario del pueblo argentino, especialmente durante estas situaciones y el significado que tuvo para los combatientes. "Un vecino de la ciudad acercó a los soldados que estaban internados un televisor chiquito de los que había en esa época. Los soldados estaban felices porque podían ver un partido de fútbol estando en plena guerra”, expresó.

El encuentro entre el Seleccionado Nacional y Bélgica del Mundial de 1982 marcaría el día previo a la rendición del 14 de junio, un momento que la Veterana todavía recuerda con impotencia y al borde del llanto ya que, durante los primeros días de ese mes, había recibido la orden de ir desde Comodoro Rivadavia hacia Córdoba -sin poder ver a su familia- para realizar un curso en la Escuela de Aviación para ser una de las primeras oficiales de la fuerza: “El día de la rendición, uno de los profesores interrumpió la clase y nos dijo que habíamos perdido la guerra. Me largué a llorar porque yo quería estar con mis compañeras y los soldados. Ese docente me dijo que yo me estaba preparando para ser una oficial de la Fuerza Aérea, que eso no se debía hacer y me sacó al patio. Me hizo hacer movimientos vivos (ejercicios de gran exigencia física considerados un castigo fuera de la instrucción) y también limpiar las lágrimas con una planta que tenía una serie de pinchitos. Me quedó toda la cara roja. Esa era la forma de ‘consolarme’ y para que sea una oficial ‘como corresponde’. Me sentía muy mal. Por dentro me decía de todo y por fuera no podía decir nada”.

Algunas semanas después, logró reencontrarse con su familia luego de vivir el proceso más traumático de su vida. “Me fui enseguida para Buenos Aires, me tomé un cole a Gualeguaychú, estuve unas horitas y el domingo me volví porque había que estar a las 6 de la mañana en la Escuela de Aviación Militar. Pero fue todo. Fue ese abrazo que hacía meses necesitaba. Esa palabra y ese tacto que yo daba pero nadie me lo daba a mí en esa época. Mi familia estaba muy feliz por verme y les conté lo que podía, porque nos ordenaron que no dijéramos nada. Una de mis hermanas dijo ‘no le preguntemos más nada. Disfrutemos este tiempo que la tenemos’”, rememoró.

Por otra parte, se refirió a cómo el rol de aquellas mujeres fue invisibilizado durante décadas y las luchas que dieron para no quedar en el olvido: “Nosotras nos encontrábamos bajo el mismo código de justicia militar. Éramos la ‘acompañante de’ y estábamos codo a codo con los médicos, con los pilotos y con quien fuera. Obviamente que en ese entonces no se hablaba del género ni del feminismo. No pudimos hablar nunca más hasta el 2009, que levantamos la bandera por la visibilidad de la mujer y al principio no fue muy aceptado por las superioridades. Allá luchamos contra un enemigo que conocíamos y acá tuvimos que hacerlo con fantasmas que nos atacaban y que no sabíamos por qué. Los médicos que habían estado con nosotras se encontraban reconocidos desde un principio y nosotras no. Empezamos a exigir por nuestros derechos”. Más allá de la Ley 23.118 de la década de 1990 y la reglamentación de 2014, consiguió ese reconocimiento pleno como excombatiente en 2021.

Para concluir la entrevista, Alicia Reynoso expresó: “Malvinas va mucho más allá de la Guerra; es algo que nos tiene que importar a todos. Cuando quieran saber lo que es amar a la Patria, miren a los ojos a un veterano o una veterana y se van a dar cuenta de que hay gente que quiso y quiere como nadie a este país. Que lo defendió con la vida”.

Foto de portada: unoentrerios.com.ar

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