Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
Entrevista a Javier Cicciaro

El Convenio 190, herramienta clave en la lucha contra la violencia y el acoso en el ámbito laboral

La Iniciativa Spotlight tiene por objetivo contribuir a la prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres y las niñas. Comenzó en 2019 y se extenderá hasta 2022. Se trata de  una alianza global de la Unión Europea y las Naciones Unidas que, en Argentina, es implementada por cuatro agencias: OIT, ONU Mujeres, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), a las que se suma UNICEF como asociada.

En el marco de la culminación del proceso de ratificación del Convenio 190 contra la Violencia y el Acoso Laboral, Revista 5/02 dialogó con Javier Cicciaro, Funcionario Nacional de Proyecto de la OIT en la Iniciativa Spotlight en Argentina, quien se refirió a este flagelo, al impacto de la pandemia y a los desafíos que se avecinan para el mundo del trabajo para abordar esta problemática.

¿Cuáles son las principales formas de violencia contra las mujeres y niñas?

En cada lugar del mundo, el foco está puesto en distintos tipos de violencia. En algunos casos, violencia sexual y en otros, doméstica o intrafamiliar. En América Latina, se decidió que la mirada iba a estar puesta en los femicidios, la expresión más cruda de la violencia contra las mujeres. El proyecto se implementa en seis países de la región: Argentina, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras y México. La particularidad es que, en nuestro país, la OIT forma parte, y ello nos permite trabajar en el vínculo de violencia de género en el mundo del trabajo.


¿De qué manera influyó la pandemia en la manifestación de estas modalidades de violencia?

En muchos países que se tomaron medidas de aislamiento, se registró un aumento del riesgo de violencia doméstica. En este tiempo que llevamos de pandemia, se incrementaron casi un 70 por ciento las consultas sobre situaciones de violencia de género en las líneas telefónicas y de WhatsApp. Si hablamos de femicidios, el 70 por ciento sucedieron en el ámbito de la violencia doméstica. Pueden o no ocurrir dentro del hogar, pero, en general, tienen que ver con relaciones familiares. Claramente, con el confinamiento ese riesgo aumentó. Durante las últimas semanas y días nos hemos encontrado con una cantidad de femicidios que abruman, que no cesan a pesar de los esfuerzos que se realizan en el país. El problema está más presente que nunca.


¿Qué aportes puede realizar la Iniciativa Spotlight teniendo en cuenta las distintas políticas de género que se vienen implementando?


El proyecto tiene alcance nacional; principalmente, trabajamos junto con el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. Se decidió priorizar el trabajo en tres territorios: Buenos Aires, Jujuy y Salta. Observamos que durante este año y medio de nuevas gestiones hubo un esfuerzo importante para lograr la jerarquización de los espacios institucionales, tanto a nivel nacional como en las provincias. Por ejemplo, contamos con un Ministerio de las Mujeres Nacional y también con uno en la Provincia de Buenos Aires. En Jujuy, hay un Consejo Provincial de la Mujer con rango ministerial. Lo mismo sucede en Córdoba. También creo que se lograron grandes avances en términos de sensibilizar la problemática y de dar a conocer las vías de atención. La Línea 144 es más conocida que hace algunos años. Además, hay campañas de comunicación que interpelan y ponen el foco en algo que para nosotros es muy interesante, que es trabajar con varones. De alguna manera, los victimarios de este problema. Por ese lado, se ve un gran avance y mucha inversión, pero es una frustración ver que la cantidad de femicidios no merma. Hay una legitimación de la violencia de género y un sentir de muchos varones de creerse dueños de los cuerpos de las mujeres. En este sentido, desde nuestro proyecto impulsamos el cambio cultural. Hay una línea de trabajo que incluye a los jóvenes, porque hubo muchas denuncias de violencia de género provenientes de mujeres de entre 15 y 20 años de edad. En ese punto, la idea es trabajar en la prevención y en la erradicación de los noviazgos violentos. El otro aspecto es trabajar sobre la perspectiva de las masculinidades y analizar por qué los varones utilizan la violencia como un recurso para dirimir un determinado conflicto y para legitimar su rol en el hogar o en la sociedad. Intentamos trabajar mucho desde esa mirada con distintos gremios y referentes sindicales. Los mercados de trabajo y los ámbitos de decisiones son, en general, altamente masculinizados. Entonces, es necesario salir a discutir esa visión hegemónica sobre lo que significa ser varón. Todo este trabajo seguramente será más bien a largo plazo y esperamos que también acompañe la labor coyuntural de jerarquización de estos espacios institucionales, para que hablemos cada vez menos de mujeres muertas en manos de un varón.


En relación con las masculinidades, ¿cree Ud. que los varones son también víctimas del patriarcado?

La fuerza legitima ese rol y es allí donde aparece la violencia. Pero también está el hecho de ser proveedores, de asumir riesgos, de no poder mostrarse vulnerables o llorar. Estas cuestiones tienen algunas consecuencias adicionales que perjudican a los varones. Si se analizan las cifras de suicidios en la Argentina y en los países en general, encontraremos que los varones se suicidan mucho más. Si recurrimos a las estadísticas de riesgo de trabajo, veremos que sufren una tasa de accidentabilidad mucho más grande que las mujeres. También, surgen diversas situaciones de depresión por la incapacidad de cumplir con este rol tan complejo de ser proveedor y de no poder mostrar vulnerabilidad. Es decir, hay también consecuencias graves por la manera de concebir el hecho de ser varón.


Estas frustraciones y exigencias del patriarcado, ¿pueden llegar a transformarse en violencia contra las mujeres?

Podrían resolverse de otra manera. El problema está en ejercer la violencia como una herramienta que lo va a legitimar frente a una pareja, familia o amigos. En los vínculos está el principal de los problemas de los femicidios. Es difícil decir que la apuesta es a largo plazo porque en el mientras tanto se siguen perdiendo vidas. Todos estos esfuerzos que se realizan a nivel institucional, de visibilización y sensibilización, creo que van a tardar un tiempo en dar resultados. Lo que se debe hacer es sumar más actores a la Mesa. Y en esta mirada de las masculinidades, es interesante ver cómo aparecen espacios en el Estado para apelar a los varones y convocarlos. En la Provincia de Buenos Aires se habilitó una línea llamada “Hablemos”, para varones que han ejercido una situación de violencia. Por supuesto que muchos casos son derivados. También hay grupos de trabajo en Buenos Aires, Córdoba y a nivel nacional. Desde la OIT buscamos sumar a los sindicatos, a las empresas y a los empleadores. Las áreas de Trabajo también pueden jugar un rol importante en la prevención y en el abordaje de las situaciones de violencia de género. El Convenio 190 está asociado especialmente con el ámbito laboral, pero también hace un llamado a investigar los efectos de la violencia doméstica sobre el mundo del trabajo. Es allí donde diferentes áreas y espacios se empiezan a sentir convocados.


¿En qué lugar se encuentra Argentina con respecto a la situación de violencia, y también, en términos de concientización?

En relación con los femicidios, que es el tema de Spotlight, lamentablemente los números no decrecen. Parecen no mermar y siguen estando presentes, pero son cada vez más visibles. Y cuando ello ocurre, es más difícil que no se aborde. El Convenio 190 en Argentina ya había sido aprobado por el Congreso de la Nación y hay una propuesta de Plan de Acción Nacional para aplicarlo. Se conformó una Mesa Interministerial y este Convenio jerarquiza la perspectiva de género. Los datos muestran que el 60 o 70 por ciento de los casos son las mujeres las que sufren la violencia. En ese sentido, Argentina ha dado pasos muy firmes y se ha convertido en el cuarto país en el mundo en ratificar este Convenio. Es una gran noticia, no solamente porque involucra al Estado, sino a los empleadores y a distintos actores. Se establecerán nuevas responsabilidades, pero también llama al compromiso de las organizaciones de las trabajadoras y trabajadores en la negociación de esas políticas en el lugar de trabajo o al incluir la problemática de la violencia en la negociación colectiva. Y, en ese sentido, UTEDYC tiene un largo camino recorrido. Es fundamental formar a las trabajadoras y trabajadores en la temática, desarrollar protocolos de prevención o abordaje de situaciones de violencia doméstica y de acoso laboral. También considero que hay un compromiso mayor por implementar la Educación Sexual Integral (ESI), que es otra dimensión para trabajar con jóvenes adolescentes. El respeto por los cuerpos y la eliminación de estereotipos de género y de qué tenemos que ser en la vida.


En relación con la responsabilidad del Estado para concientizar y erradicar la violencia contra las mujeres y niñas, una de las políticas que ha adquirido protagonismo en los últimos tiempos es la Ley Micaela, ¿cuál es su opinión respecto a este instrumento?

Es una norma fundamental. El gran desafío está en velar por su implementación. En el marco del proyecto, varias de las agencias están dando un seguimiento y asistiendo en la medida posible. En general, lo que sucede es que hay mucha heterogeneidad en la aplicación porque el margen para formar a los funcionarios de los tres poderes del Estado es amplio. Y, además, existen divisiones de poderes, donde cada uno tiene su margen de autonomía para dirimir cuál es la mejor manera para capacitar a sus propias trabajadoras y trabajadores. Por otro lado, hay áreas del Estado en donde la formación es más profunda y otras en las cuales es más superficial. La Ley Micaela es una gran aliada para comenzar a eliminar las prácticas que revictimizan a las mujeres. Se ha avanzado en su implementación y desde Spotlight tenemos el desafío de acompañar que la calidad de esas formaciones sea la mejor posible.


¿Cuáles son los puntos centrales de la Iniciativa Spotlight ?

La estrategia global del proyecto consta de seis dimensiones. La primera de ellas es la Legislativa, desde la cual se busca asistir y promover el ajuste de las políticas a las normas internacionales en materia de Derechos Humanos y Género. En ese aspecto, Argentina está muy bien posicionada. El desafío que tiene por delante es en términos de implementación. Dentro de este apartado, se encuentra la agenda de ratificación y promoción del Convenio 190 que impulsamos desde la OIT, que ya ha tenido sus primeros resultados positivos. La segunda es de fortalecimiento institucional, que está vinculada al acompañamiento de todos los esfuerzos de jerarquización institucional que ha habido a nivel nacional y provincial. En ocasiones, colaborando con planes nacionales y provinciales de erradicación de la violencia y con equipamiento para estas áreas, que muchas veces cuentan con presupuestos incipientes. Un tercer pilar, asociado también a OIT, es el de prevención, que incluye a las campañas dirigidas a jóvenes y adolescentes, para revisar los estereotipos de género y trabajar sobre el cambio cultural. También nos encontramos abordando distintos procesos de formación para sindicatos en las tres provincias del Proyecto (Buenos Aires, Salta y Jujuy), destinados a delegadas y delegados. Lo mismo deseamos realizar con empleadores dentro de la agenda 2021. Una cuarta dimensión que apunta a robustecer los servicios que ya existen para asistir a mujeres en situaciones de violencia, tales como las líneas telefónicas, la capacidad de respuesta que tienen a las consultas y el fortalecimiento de los hogares de atención para aquellas mujeres que no pueden volver al hogar. Asimismo, el trabajo de articulación con los poderes judiciales y las áreas de seguridad. La intención es promover la autonomía económica de las mujeres en situación de violencia de género, ya que en muchas oportunidades, la dependencia en estos contextos complejiza aún más la salida de una situación de violencia. En este sentido, la idea de OIT es acercar el mercado de trabajo y distintas ofertas de formación para buscar la manera de poder insertarlas en los programas de empleo. El quinto punto se enfoca en la gestión de la información y los registros. Para tal fin, es necesario dialogar con los registros que existen de violencia de género en Argentina. Hay áreas del Poder Judicial, de los ministerios de seguridad y las fiscalías. Es vital armonizar las estadísticas que existen para lograr una unificación, y que la información pueda ser utilizada con mayor celeridad. El último pilar alude a fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil y al movimiento de mujeres mediante distintas acciones y programas.


¿Qué aportes puede realizar la juventud respecto a la erradicación de la violencia de género contra las mujeres y niñas?

La juventud representa una apuesta grande en este proyecto y en gran parte de las campañas de prevención. Por ejemplo, hemos desarrollado una llamada “Sin mochilas”, que tuvo como eje central discutir los estereotipos de género que surgen desde la niñez. El objetivo es comenzar a revisar los patrones que, en general, sesgan trayectorias posibles de jóvenes y niños, de manera tal que, en muchos casos, colocan a las mujeres en un segundo plano o en áreas que tienden a estar más desvalorizadas socialmente. Otra de las campañas, “La otra pandemia”, fue dirigida al trabajo con varones y a la idea de romper con los círculos de complicidad. De apelar a no legitimar una situación de violencia; que si un joven o adolescente observa que un amigo es violento con su pareja, no sea cómplice. Es un foco de trabajo muy importante, donde también adquiere un gran protagonismo la Educación Sexual Integral. Por otra parte, desde OIT hemos tenido dos encuentros con juventudes sindicales que resultaron sumamente interesantes, porque empieza a concebirse un rol desde el sindicato asociado al compromiso y a la erradicación de la violencia de género. De esta manera, las agendas se van internalizando dentro del rol gremial. Es decir, que ya no sólo se vela por los salarios y las condiciones de trabajo, sino también considerar esta problemática dentro de las negociaciones.


¿De qué manera se relaciona la definición de “Piso de Protección Social” con la violencia de género?

Es un concepto impulsado por la OIT a nivel internacional para establecer condiciones mínimas garantizadas en términos de acceso a la protección social en todo el ciclo de vida. Es interesante pensarlo como un ámbito que puede ayudar a promover la autonomía económica de mujeres en situaciones de violencia. En Argentina, por ejemplo, se implementa el Programa “Potenciar Trabajo”, que impulsa el Ministerio de Desarrollo Social. Tiene por objetivo capacitar y realizar una transferencia de ingresos a personas en contexto de vulnerabilidad. Como contraprestación a ese ingreso, se forman en algún oficio o llevan a cabo alguna acción en alguna cooperativa. Cabe destacar que, desde hace algún tiempo, cuenta con un cupo específico para mujeres en situaciones de violencia de género. El Programa “Acompañar” tiene características similares. A través de estas acciones, se busca eliminar una variable más del círculo de violencia. En este sentido, la protección social puede funcionar como un instrumento adicional para favorecer la autonomía económica de las mujeres en situaciones de violencia de género y, por ende, reducir los márgenes donde esa violencia se legitima.


¿Qué valor tiene la capacitación de las delegadas y delegados?

En el Convenio 190 hay varios llamados de compromiso de las organizaciones sindicales. El primero es que deben estar comprometidas en el establecimiento de una política en el lugar de trabajo que tenga eje en la prevención y en el abordaje de la violencia y el acoso. Muchos gremios, por ejemplo, participan en las discusiones para crear protocolos sobre cómo responder ante una situación de ese tipo. Si los instrumentos son unilaterales desde la parte empleadora, difícilmente tengan legitimidad. Si la organización se involucra en esa elaboración, ocurre lo contrario. Esa es una primera intervención. Segundo, que los sindicatos puedan tomar un rol dentro de los comités de ética, porque de esa manera se garantiza que no haya un sesgo. Además, pueden cumplir un papel fundamental en términos de impulsar la formación de las y los trabajadores. En general, siempre se enfocan en las habilidades para negociar, en el conocimiento sobre el salario, en las condiciones de seguridad y salud, pero pocas veces el eje está puesto en la prevención de la violencia y el acoso en los ámbitos laborales. Es otro punto central para la agenda sindical. La Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) trabaja cada vez más sobre esta problemática. Concebir a la violencia y al acoso como un riesgo psicosocial asociado al trabajo que debe ser contemplado en los planes y estrategias. También es necesario continuar diseñando dispositivos y protocolos para ordenar el trabajo de las delegadas y delegados, con la finalidad de poder brindar contención desde el espacio sindical y ayudar a detectar qué síntomas puede estar presentando una compañera que está atravesando una situación de este tipo. Cómo se la puede ayudar a plantear su problema ante el empleador y, quizás, generar algún esquema de licencias. Hay muchos mecanismos a través de los cuales se puede generar compromiso con la agenda de prevención y erradicación de la violencia. UTEDYC está realizando un gran trabajo en ese sentido.

Contacto: prensaypropaganda@utedyc.org.ar