Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
#UTEDYCenVIVO

Julio Aro: “No hay guerras buenas, ni santas ni justas. Son hechos lamentables que enlutan a los pueblos”

El jueves 12 de noviembre, las afiliadas y afiliados de UTEDYC conversaron con el ex- combatiente de Malvinas y candidato al Premio Nobel de la Paz, Julio Aro, sobre “Malvinas: del dolor al amor”.

Una vez presentado por el Subsecretario Gremial Nacional, Julio Servián, el Presidente de la Fundación No Me Olvides comenzó su exposición de esta nueva edición del ciclo organizado por la Unión. En su relato, describió su lucha y su experiencia al regresar a las Islas en el año 2008, cuando se propuso devolverles la identidad a los 122 compañeros que se encontraban inhumados en el Cementerio de Darwin. El nominado al Premio Nobel de la Paz, explicó: “Esta postulación ya la ganamos, porque poder darle un abrazo a una madre y llevarla a la tumba de su hijo, para nosotros es invalorable”. Sin embargo, detalló que aún faltan identificar siete caídos: “No vamos a bajar nunca los brazos. Debemos cerrar los ojos y ponernos en el lugar de esas mamás y papás, porque perder a un hijo no tiene nombre”.

Para Aro, esta noble y emotiva labor no hubiera sido posible sin la ayuda del británico Geoffrey Cardozo, del equipo de Antropología Forense Argentino y de la Cruz Roja Internacional: “Hicieron un trabajo brillante. Gracias a ellos tenemos las 122 muestras de ADN. Es tan lindo y tan cruel a la vez... Pasó del dolor al amor, del odio al corazón, y nos permitió pensar de otra manera. Las guerras las hacen los Estados pero las pelean los pueblos. Los pájaros se juntan por la forma de volar. Y Geoffrey tiene la misma forma de volar que nosotros. Tiene un corazón enorme por lo que hizo con mis compañeros. Por ese motivo, no hay rencor ni odio”.

A continuación, narró una anécdota vivida con Mario, padre de uno de los caídos durante la Guerra de Malvinas: “Fui a verlo, empezamos a tomar mates y le conté sobre el proyecto. Miraba la hora constantemente y, en un momento, me dijo: ‘¿me podrías acompañar, Julio?’ Salimos, pasaron 15 minutos y volvimos a entrar. Me expresó: ‘¿viste que en la esquina paró un micro verde? De ese micro, todos los días, a las 7 menos cuarto, bajaba mi hijo. Hace más de treinta años que salgo a la misma hora, esperando que baje de ese micro’. Me partió el alma. Hoy, Mario no lo espera más, porque sabe dónde su hijo descansa en paz”.

Por otro lado, el ex-combatiente recordó: “Antes del 2008 tenía mucha bronca con los ingleses. Uno puede saber la cantidad de músculos y huesos que el cuerpo tiene, pero no de lágrimas. Ese viaje me sanó. Comprendí que las guerras son inútiles, porque no hay guerras buenas, ni santas ni justas. Son hechos lamentables que enlutan a los pueblos. Entendí y valoré mucho más la vida. Me dejé crecer las alas para empezar a volar. La primera experiencia que tuvimos fue sacar esa placa fría y horrenda que decía ‘Soldado argentino sólo conocido por Dios’”.

Por ese motivo, decidió armar un proyecto que se llamó Identidad Compartida, el cual convocaba a una madre de un soldado argentino y otra de un soldado inglés. Ambas, con sus hijos fallecidos: “Ese proyecto hizo que nos inviten a Londres en octubre de 2008. El día 17 desembarqué allí, tres días después de haber perdido a mi hermano. Dejé a mi mamá, con toda la carga emotiva de ver a su hijo enfermarse, agonizar y morir, pero con la certeza de saber en qué lugar del cementerio estaba. Y hasta el día de su fallecimiento, no tuvo consuelo. Entonces, es fundamental la empatía con el otro, sobre todo con esas madres que vieron a su hijo partir de su hogar y que, desde ese momento, no supieron nada más y los siguen esperando. Es muy cruel y muy duro. Esto no es un Premio Nobel, sino sanación y una cura al alma”.

Posteriormente, Aro contó la emotiva historia y el sacrificio de Elma Pelozo, madre del compañero Gabino Ruiz Díaz, caído en Malvinas, a quien trasladaron a las Islas para que pudiera dejar una flor en la tumba de su hijo: “No podía viajar porque le habían amputado ambas piernas y se encontraba imposibilitada, pero con la convicción de que quería ir. Y nuestra promesa a él era que le íbamos a llevar a la mamá. Fue uno de los desafíos que nos pusimos por delante junto con la Fundación y un grupo de gente increíble con el que logramos cumplir un sueño. Conseguimos un helicóptero que la vaya a buscar a Corrientes y la lleve a Mar del Plata, luego un hotel para que descansara y, al otro día, a las 5 de la mañana, otra vez al aeropuerto para tomar el avión. Cerca de las 10, aterrizamos en Malvinas. Realmente, esa madre nos dio una cátedra de amor. Pidió una misa para todos sus amigos y quería que fuera corta. Había un cura, una guardia de honor, varios soldados y un traductor chileno. El cura hablaba inglés, lo traducían al español y ella decía ‘amén’. Cuando terminó, se acercó el padre para arrodillarse y para bendecirla. Ella le puso la mano en el hombro y dijo que los bendecía a cada uno de ellos porque veía en la cara de esos soldados de tez trigueña, la cara de ‘su negrito’. Ella rogaba que cada uno de esos chicos volviera a sus hogares, sanos y salvos, porque sus madres los estaban esperando. Hizo llorar a todos. No hace falta el idioma cuando se habla con el corazón. Fue algo maravilloso. Una muestra de que el amor vence al odio y al rencor… Si una mamá pudo hacerlo, ¿cómo no lo vamos a poder hacer nosotros?”.

En esta línea, apeló a la memoria colectiva de la sociedad, invitó a acompañar a las madres y padres de los caídos, y se refirió a las misiones que tiene por delante la Fundación que conduce: “Dieron a la Patria lo mejor que tiene un ser humano, que es un hijo. Se merecen el mayor de los respetos y de los cariños, y tener absolutamente todo. Por ejemplo, hoy en día, hay mamás y papás que necesitan audífonos o remedios y se los compramos. Queremos estar al lado de todos ellos porque no sabemos si son muchos o poquitos años de vida los que les quedan, pero les vamos a brindar calidad de vida. Otra de nuestras metas, cuando finalice la pandemia, es crear una lista de despedida. Nuestra intención es hacer un vuelo muy grande, con todos los padres de aquellos compañeros que estaban identificados y de los que no. Es cruel, pero también sabemos que va a ser la despedida para muchos. Y lo vamos a lograr. Las personas mueren cuando hay alguien que las olvida. Entonces, si no nos olvidamos, nuestros compañeros no van a estar nunca muertos”.

Luego, Aro recordó la figura de Morris Tidball-Bin, integrante del Comité Internacional de la Cruz Roja Internacional, quien se encargó de las exhumaciones de los cuerpos de los argentinos en el Cementerio de Darwin: “No tenía forma de explicar lo que vivía en Malvinas. Cada vez que volvía a su país le preguntaban qué pasaba y qué estaba haciendo. El día que nos entregaron la Rosa de la Paz en Londres, pidió la palabra y dijo que, en lugar de 88, había dos compañeros más identificados. Sacó de su traje una bolsita de muchos colores y explicó que, por cada cuerpo, extraía una piedrita de ese lugar y la guardaba allí. En ese momento, nos entregó 90 piedras. Y explicó que, cuando la gente le preguntaba, siempre decía: ‘Ponete esta piedra en el zapato, caminá y decime qué te produce. Seguro te va a molestar, después te va a lastimar y luego te va a salir sangre’. Eso es lo que les pasó a estos padres. Tienen una piedra en el zapato hace 38 años. Hoy, a través de este proyecto humanitario de poder identificar a los compañeros, esa piedra sale del zapato; ya no está más. La cicatriz queda, pero el dolor es distinto”.

“Todos esos padres que iban arrastrando los pies y que caminaban corvos para llegar al Cementerio y a la cruz de sus hijos, al regresar, lo hacían con un semblante totalmente distinto, con la frente en alto y con una sonrisa en la cara. Recuerdo con gran ternura a un matrimonio que fue a ver dónde estaba su hijo. Cómo uno se arrodillara y besaba la placa mientras el otro lo sostenía. Y luego al revés. Después, ver a los dos darse un pico tan lindo y que digan ‘lo encontramos’. No tiene palabras. Vale la pena. Nunca bajaremos los brazos”
, completó con la emoción a flor de piel el ex- combatiente de Malvinas.

Antes de finalizar, Aro invitó a la reflexión y dedicó un mensaje para los jóvenes de la actualidad: “Que intenten escribir su propia historia, sin discriminar a nadie. Que no se dejen llevar por influencias y que les den la posibilidad a otras personas de darse a conocer. Seguramente, muchas de nuestras páginas están manchadas de bronca, de problemas y de circunstancias complejas. Nosotros queremos que los chicos del presente escriban su futuro sin odio, sin rencor, con amor y empatía por el otro”.

Para concluir su exposición, Julio Aro expresó: “Tengo una hija y un grupo de ‘hijos del corazón’, que son hijos de veteranos y que colaboran con la Fundación No Me Olvides. Son quienes van a llevar la bandera. Siempre les digo que el día que yo no esté, quiero que mi cajón sea distinto a los demás. Que tenga por lo menos medio metro más de largo, porque cuando me muera, quiero que me entierren con los brazos extendidos. Eso implica que ni muerto voy a bajar los brazos por la causa Malvinas. Se lo merecen las madres, los padres y mis compañeros. Si tienen la suerte de encontrar algún familiar de algún caído o de algún veterano, acérquense, denles un abrazo y díganles gracias. Hace falta esa muestra de cariño. Es una retribución y una caricia al alma, porque el fantasma de Malvinas va a vivir para siempre con nosotros. Jamás nos vamos a olvidar. No hay una persona que vuelva a ser igual después de haber vivido un conflicto bélico”.

La próxima edición de #UTEDYCenVIVO se llevará a cabo el jueves 19 de noviembre a las 19. Estará a cargo del Senador de la Nación Argentina por la Provincia de Neuquén, Oscar Parrilli, quien disertará sobre “Economía y sistema monetario. Estrategias y desafíos para la política argentina”.

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