Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Año 11 - Número 37 - Agosto 2018 / Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
El equilibrio perfecto

Entrevista a Eleonora Cassano

El equipo de dialogó con la bailarina en el Teatro Maipo.
Detalles de su trayectoria y el balance entre el ballet, el teatro y la familia.

Con una capacidad innata para la danza, Eleonora Cassano se inició en el mundo del ballet desde su infancia. Ya a los 8 años comenzó sus estudios en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Su primera Maestra, María Luisa Lemos, la convocó para integrar la “Compañía Juvenil”, en la cual también bailaban Julio Bocca y Maximiliano Guerra. Hicieron giras a Mar del Plata y actuaciones en el Teatro Cervantes. En 1980, cuando tenía 15 años, pasó dos meses en Caracas junto con los dos bailarines y con Claudia Smire, invitados por la Fundación Teresa Carreño. Sus dos compañeros se convertirían más adelante
en sus partenaires en ballets tan importantes como El Corsario y Don Quijote:

“Con Maximiliano gané un concurso en Nueva York. Después hice dos meses de gira por todo Estados Unidos con el ballet de Los Ángeles. Fue una experiencia maravillosa”. En el caso de Julio Bocca, fue él mismo quien, en 1989, la eligió para que fuera su compañera: “Con Julio ya nos conocíamos desde que teníamos 10 años. Él ya destellaba desde chiquitito…. Vino a verme a algunas clases, empezamos a ensayar y bailamos primero en Córdoba, y después en Venezuela. Tuvimos química de entrada. A partir de ahí, nunca dejamos de bailar juntos hasta que yo tuve la necesidad imperiosa de ser mamá. Hablé con Julio y con Lino (Patalano); les dije: “quiero quedar embarazada; necesito parar y estar un poco más tranquila en casa”. A los 31 años tuvo a su primer hijo, Tomás; años más tarde nació Julieta.


Momento de decisión

En la famosa película de Herbert Ross, Shirley Mac Laine y Anne Bancroft ponen en escena la disyuntiva que se les plantea a las bailarinas: la de progresar en su carrera o dedicarse a la familia. Eleonora pudo sortear esa difícil opción: “Yo hice las dos cosas combinadas. Estoy orgullosa y me siento súper feliz de haberlo logrado: no descuidé mi carrera y fui mamá; pude vincular a mis hijos con mi carrera, y hacer las dos cosas bien. Es muy importante lo que me pasó como mujer: me sentí plena por ser mamá y seguí realizándome como profesional.” Eleonora comparte este éxito con su marido, Sergio Albertoni, quien trabaja con ella como productor. Pero además, ha demostrado una gran versatilidad para adecuarse a los cambios. Esta situación le permitió experimentar con otros géneros artísticos: el music-hall, la danza-teatro, la danza española y el tango, entre otros.


Del Colón al Maipo

En pleno éxito bailando por todo el mundo con Julio, decidí parar para quedar embarazada. Pero en vez de quedarme tranquila en casa, me puse a estudiar teatro y canto. Entonces, Lino Patalano me ofreció hacer un espectáculo nuevo, hasta que yo quedara embarazada. Así, entre 1996 y 1997 hicimos La Cassano en el Maipo. Al principio fue una revolución. Pensaron que me transformaría en una vedette, pues la gente asociaba al Maipo con un teatro de revistas. En medio del éxito de La Cassano en el Maipo quedé embarazada. Junto con el bailarín Rubén Celiberti, yo cantaba, hacía zapateo americano, bailaba jazz, un poco de clásico... En vez de dar la noticia y quedarme tranquila, bailé casi hasta el quinto mes de embarazo. Fue una sensación maravillosa. Al mes de tener a mi hijo, ya estaba preparando el otro espectáculo, La Cassano dancing. “Por ningún motivo me iba a ir de gira sin mis hijos. Era primero mamá. Viajábamos con Sergio, Tomi y alguna abuela. Siempre con sus abuelas.”


Nuevos giros: entre el aprendizaje y la enseñanza

Después de tantas experiencias, Eleonora ha cambiado, una vez más, de escenario y de público: ahora se dedica a la docencia, tanto en Buenos Aires como en el interior del país. Confiesa que aún no se siente cómoda con el nombre de “Maestra de danzas”; no obstante, la realidad de cientos de alumnas que la admiran se lo impone: “Siempre quiero seguir adelante, no sólo en la danza… todavía no me siento docente. Me siento bailarina con ganas de traspasar todo lo que fui aprendiendo. No soy una maestra de ballet típica. A veces me pongo como una alumna más. Hay que tener el temperamento para saber bajarte del pedestal y querer aprender… Y también me encanta enseñar. Si bien insisto en que nada se consigue sin esfuerzo, soy muy relajada con las chicas y siempre les digo que tienen que venir a una clase de ballet para pasarla bien. Aún hoy existen maestros estructurados y rígidos. Yo soy la antítesis. Algunos maestros han arruinado generaciones de chicas, conduciéndolas a la bulimia, a la anorexia, a convertirse en chicas traumadas… Hace muchos años di clases en Rosario, unos seminarios en los que había mucha gente de distintos niveles. En un momento, le corregí el pie a una chica. Hace dos años volví a encontrarla y me dijo: ‘no sabés lo que significó para mí que me hayas corregido el pie’. Lo que para mí era algo normal, para ella había sido algo excepcional. Con esto se ve cómo con un gesto –bueno o malo-, marcás a una persona. Me trajo la zapatilla que yo había tocado para que se la firmara. La tiene guardada desde hace quince años. Pero hay maestros que les dicen cosas como: ‘mucho brillo, pero nada en la cabeza’… ¿Cómo hoy en día se siguen manejando de esa manera?”

Cuestiones de género

Puesto que al hablar de sus alumnas, Eleonora se refería siempre a las chicas, quisimos saber qué pasaba con los varones en el mundo de la danza. En algunas películas como Billy Elliot o la famosa serie catalana Merli, se ponen en escena los prejuicios y la difícil situación para los niños que aman el ballet. Cassano lo confirma: “Sobre todo en el interior hay mucha gente que sigue pensando que el ballet no es para varones. Aquí todavía hay muchos prejuicios. En otros países no ocurre tanto, pero a nivel mundial la diferencia de cantidad de chicas y chicos  aún es  grande.”

Otra cuestión que nos interesa, en términos de género, y en el terreno laboral, es la de la brecha salarial. Al consultarla sobre la diferencia de salarios entre hombres y mujeres que ejercen la misma tarea, Eleonora reflexionó: “No, brecha salarial no hay, pero los bailarines son más requeridos, porque son pocos.” Así, las leyes de la economía, de oferta y demanda, hacen que la balanza vuelva a favorecer a los varones.

Sin embargo, en otro aspecto del orden del género, Eleonora subrayó la fuerza de las mujeres. Cuando observamos que en el ballet los personajes femeninos se crearon bajo un ideal según el cual la mujer es etérea y leve, Cassano replicó: “Las figuras femeninas de los ballets, que parecen tan angelicales, como Julieta, Manon o Giselle, tienen en realidad poder de decisión. Julieta parece frágil, pero a la vez es la que tiene la fuerza, la intención; es quien lleva adelante todo el plan. De frágil,
no tiene nada".

Hablando de mujeres que parecen frágiles físicamente pero son muy fuertes, le preguntamos por Evita y su papel protagónico en La Duarte: “Fue una obra de danza-teatro con coreografía de Silvia Vladimivsky. Casi no había texto; yo no hablaba para nada, aunque otros personajes sí lo hacían. Los movimientos fueron creados para contar. Sin ser peronista, me enamoré del personaje de Evita. Me identifiqué de tal manera que sentí cosas muy profundas, que en el ballet no había sentido. El final de la obra, con su muerte, contada en forma teatral, me llevaba a terminar con una angustia y una emoción muy fuertes... Me gustó mucho hacerlo, fue muy movilizador. Una experiencia increíble".