Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Año 11 - Número 37 - Agosto 2018 / Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
“El exiliado es un nostálgico del futuro”

Entrevista a Gonzalo Leonidas Chaves

La historia de un ensayista afiliado de UTEDYC y militante peronista que vivió
el exilio y los golpes de Estado de 1955‭ ‬y 1976‭.‬

Gonzalo Chaves proviene de una familia ligada al peronismo. Comenzó a militar en las filas de la Juventud Peronista de La Plata en los años 60. Actualmente, colabora en la tarea de formación de delegados en distintas organizaciones sindicales. Es afiliado a UTEDYC y autor de varios libros, entre ellos La masacre de Plaza de Mayo y Rebelde acontecer, relatos de la resistencia peronista. Recibió al equipo de Revista 5/02 en la seccional de La Plata, y relató su compleja y comprometida historia; también se refirió a los desafíos del movimiento obrero.


¿De quién heredó el legado peronista y cuáles fueron sus primeras experiencias dentro de la militancia?

Soy peronista por mandato paterno. Lo asumí porque mi padre era suboficial del Ejército. Él estuvo en la Revolución del 9 de junio del 56 (Fusilamientos de José León Suárez) y fue uno de los que tomó el Regimiento 7 de La Plata. En ese momento empezó otra vida para él y para nuestra familia porque fue preso. Durante cuatro o cinco años nuestros fines de semana lo visitábamos en la cárcel. Me decía: ‘andá y llevá esta carta y este periódico a esta dirección’. Así conocí lo que era la resistencia peronista después del 55. Comencé a militar en la Juventud Peronista de La Plata en el año 62.


En algunos artículos y publicaciones, Ud. afirma que el bombardeo de 1955 en Plaza de Mayo debería haberse considerado como un crimen de lesa humanidad. ¿Por qué razones piensa que no se dio lugar a ese planteo?  ¿Por qué no se le dio entidad ni identidad a muchas de las 300 víctimas?

Juan Carlos Marino era un trabajador de la Aduana de Buenos Aires. El día del bombardeo, volvía a su casa porque habían dado asueto en su trabajo y, al entrar al subte en Plaza de Mayo, una esquirla de una bomba lo mató. Esa es la primera víctima que pudimos identificar con nombre y apellido. El hijo, que era abogado, durante el gobierno de Carlos Menem, se presentó en la Justicia pidiendo un esclarecimiento del hecho y un resarcimiento económico. La Justicia en primera instancia falló en su favor y después el gobierno apeló. La causa no avanzó. En ese momento, un periodista le pregunta: ¿por qué esperó tanto tiempo para denunciar? ‘Éramos peronistas, no tuvimos oportunidad para hablar. Era un tema que se conversaba en familia. Fuimos perseguidos durante 18 años y recién ahora se dio la oportunidad’. El gobierno peronista de ese momento no estaba en la mejor situación y Perón pensó que no era conveniente ahondar en el enfrentamiento. Tendió la mano de paz, que no se entendió; la oposición lo leyó en otro sentido. A los tres meses lo derrocaron. Durante el exilio, a Perón le preguntaron por el bombardeo y dijo: ‘Entre el tiempo y la sangre, elegí el tiempo. Pero al final me di cuenta de que pagamos con tiempo y con sangre’.


Considerando esta última frase de Perón que acaba de citar, ¿cuáles son los personajes que se repitieron en los golpes de 1955 y 1976?

El bombardeo en Plaza de Mayo fue protagonizado por importantes militares marinos, de la Aeronáutica y del Ejército que luego fueron partícipes en la última Dictadura Militar. Uno de ellos es Emilio Massera, que era Secretario del Ministro de Marina, Aníbal Olivieri en ese momento. Otro caso fue el de (Guillermo) Suárez Mason, un militar exiliado que recibió en Montevideo a los aviadores que  bombardearon Plaza de Mayo con el aval del gobierno uruguayo. Es uno de los genocidas más terribles que tuvo Argentina. Hay una lista de diez o quince personas que fueron protagonistas tanto del bombardeo como del “Proceso de Reorganización Nacional”.

Considerando estos golpes de estado y la cantidad de víctimas, ¿por qué Argentina transitó esos duros momentos? ¿Qué deberíamos hacer como sociedad para no repetir los errores del pasado?

No fue el pueblo el que eligió ese camino; fueron los poderosos, los grupos económicos concentrados y los medios. En ese momento se hablaba de oligarquía, que se trataba de la concentración de unas pocas familias con muchos recursos en el campo y en las industrias que conspiraron contra Perón porque tenían otra idea de país y de gobierno. Lo derrocaron más con la campaña mediática que con las fuerzas porque Perón tenía el apoyo de gran cantidad de las fuerzas militares y de la sociedad. El Golpe del 55 se hizo para que se volviera a ser lo que ellos pregonaban: un país con vacas gordas y peones flacos.  


¿Cómo resultó el momento del exilio para Ud. y su familia?

Me exilié siempre con mi familia. Salí del país en marzo de 1977 y nos radicamos cerca de un año en Madrid. El pueblo y el gobierno español fueron muy solidarios con el exiliado argentino. Una de mis hijas nació durante ese exilio. Un día, cuando nació mi hija Julieta, fui a la panadería y me regalaron una docena de madalenas. Y entonces pregunté qué pasaba. Me responde: ‘Los españoles tenemos memoria y cuando nuestro país estaba con hambre, Evita nos mandó un barco sin pagar un solo centavo’. Ese gesto me impactó. A mediados del 78 volvimos para Argentina como clandestinos. Entramos por Chile, donde aún estaba Pinochet. Mi hijo más grande traía una patineta, dentro de la cual teníamos guardados algunos recursos económicos y documentación para poder movernos en nuestro país. No podíamos usar nuestros nombres porque estábamos en listas.

¿Qué fue lo que los hizo volver al país?

Eran nuestras convicciones. El objetivo de la militancia organizada en el exilio era volver. El exiliado, en realidad, es un nostálgico del futuro porque piensa e imagina todo lo que va a hacer en un futuro. Y cuando regresa, su país es otro. Allí comienza otro proceso tan duro como el exilio, que es adaptarse otra vez. Cuando volvimos, nuestra idea era reorganizar la resistencia sindical. Fuimos conectando viejas relaciones y comisiones internas. Sacamos una publicación clandestina sindical que informaba sobre los conflictos que había en todo el país, cuestiones que nadie conocía porque no se difundían. Se llamaba Confluencia Sindical y se repartía de mano en mano. Nosotros, a partir de ese trabajo, en la democracia recuperamos diez gremios. Era muy difícil hacer sindicalismo desde la clandestinidad. Se puede construir, pero no se puede masificar la lucha.  


¿Cómo se fue dando ese paso de la clandestinidad a la legalidad?

Nos fuimos de nuevo del país a principios de los años 80 porque la represión nos estaba cercando. Allí empezó otro exilio, pero esta vez en México y en La Habana. En cada lugar, lo primero que resolvíamos era la escuela de nuestros hijos porque considerábamos que podíamos perder todo durante el exilio. Lo único que no te pueden sacar es el conocimiento.  La represión te genera un miedo paralizante o te vuelve inteligente; a veces las dos cosas. Pero adquirimos lucidez, porque los errores nos podían costar la vida.

En la actualidad, Ud. colabora en la tarea de formación de delegados de distintos sindicatos, ¿cuáles son los atributos y valores que Ud. les inculca?

Lo primero que hacemos es reconocer su conocimiento. Trabajamos con la idea de que si un trabajador quiere explicar cómo funciona el mundo o la Argentina, lo primero que tiene que saber es cómo funcionan las relaciones de poder en su lugar de trabajo. La idea del conocimiento es una construcción social porque siempre está en relación a otro: un discurso, por ejemplo. Asimismo, más allá de los lineamientos políticos, lo importante es que dentro del grupo haya confianza y afecto. Hay que reconstruir a la sociedad y a los sindicatos sobre la base de estos dos valores porque con ellos van a llegar la conciencia política y la ideología. Y para eso hay que crear vínculos, porque el genocidio no se limitó a las muertes, exilios y desapariciones: le preocupaba también destruir las formas de organización que la militancia había generado para suplantarlas con otras impuestas por ellos. Y eso se continuó en la democracia; es el tiempo que vivimos ahora. Nosotros vivimos en la sexta etapa del genocidio, donde se da la construcción simbólica y en la cual se disputa la memoria. ¿Quién escribe la memoria del genocidio y de nuestro pasado reciente? Tenemos que hacerlo nosotros. La memoria del genocidio es la memoria del horror. Te paraliza y hay que construir la memoria de los que se organizaron contra ellos. Recuperar la vida de cada militante, de su organización, de su sindicato, sus creencias religiosas, sus hábitos…  


Considerando el escenario actual argentino, ¿cuáles son los desafíos que debe afrontar
el movimiento obrero?

Una de las cosas que hay que reivindicar es el papel que tuvo el movimiento obrero en la resistencia de la última dictadura militar. La idea generalizada es que la dictadura se fue por la derrota en la Guerra de Malvinas. Otros también dicen que fue por la resistencia de las Madres y de los organismos de Derechos Humanos, que existió y fue muy poderosa. Pero el eje de la resistencia fue el movimiento obrero. Basta con sólo recordar el conflicto en (el gremio) Luz y Fuerza de Capital Federal, que le costó la vida a (Oscar) Smith. Y se continuó con el golpe de los 25, con Saúl Ubaldini como Secretario General de la CGT Brasil. El paro del 27 de abril con la movilización de San Cayetano; con la movilización a Plaza de mayo del 30 de marzo del 82. Una resistencia que tuvo una extensión nacional. Fue una de las batallas más importantes para debilitar a la dictadura. El movimiento obrero argentino tuvo inteligencia de pelear frente a la dictadura en la agenda de la dictadura. No estaba en condiciones de imponer su agenda porque los gremios y la CGT estaban intervenidos. Había presos, desaparecidos, exiliados…

Se habla de una fragmentación del peronismo, ¿cómo se logra la unión del movimiento
y en qué derivaría?

Es imposible imaginar el desarrollo de un proyecto nacional de envergadura sin el protagonismo de los trabajadores. Tenemos que construir la unidad del movimiento obrero para que se encarne en un proyecto nacional con un país democrático, industrial, con trabajo, con dignidad y con buenos salarios. Sabemos que es posible. Hoy en día la consigna es “unidad en acción”. Son tiempos en los cuales se está forjando lo que viene. Estamos en vísperas de un gran cambio en el movimiento obrero, que va a tener unas señales muy fuertes, que ya en la actualidad son visibles: por ejemplo, el protagonismo de las mujeres y la nueva camada de dirigentes que se están incorporando a la militancia sindical.


Justamente, UTEDYC promueve la incorporación de la mujer y de la juventud en distintos cargos dirigenciales y de decisión, e incluso, realizará nuevos encuentros de mujeres y de la juventud. También desarrollará el Encuentro de Jubilados…

Es fundamental, porque hay que crear instancias que permitan que se manifiesten la juventud, y también la mujer, que se lo ganó y tiene una impronta muy fuerte. Hay que celebrar estas acciones de UTEDYC. Y con respecto al Encuentro de Jubilados, me jubilé, así que puedo formar parte. Me jubilé tarde porque en un momento tenía más años de clandestinidad que de aportes (risas). En el movimiento obrero hay una realidad: los trabajadores quieren organizarse como trabajadores, no como desempleados porque se sienten trabajadores. Presuponen que tienen que organizarse y dignificar el trabajo que tienen porque el sistema actual, que es un capitalismo financiero, no pone acento en el trabajo sino en el capital financiero. Considera la idea de un país fragmentado, donde hay una clase trabajadora con buenos salarios y otras no. En esa disputa, lo que nos salva (a los trabajadores) es el peronismo, que en la actualidad es una cultura que está asumida por muchas personas de nuestra sociedad que, sin ser peronistas, actúan, piensan o se mueven como tal. Es el momento de planificar, de organizarse y de pensar políticas públicas para lo que viene porque viene un ciclo positivo. El peronismo está en la conciencia de todos porque nadie quiere vivir peor de lo que vivió durante el gobierno peronista del 52.

¿Qué significa la Unión para Ud. y qué le aportó a su experiencia como militante?

Soy parte de un núcleo de militantes de La Plata que tuvimos origen en la Juventud Peronista. Le damos gran importancia a la formación y la teorización. UTEDYC tiene ese perfil. Estoy ligado al sindicato antes de ser afiliado y fui invitado varias veces a dar cursos. Es un gremio con vida democrática y con gran amplitud. Me dio muchas cosas: respaldo, obra social, organización y hasta útiles escolares…  Mis hijos nunca se olvidan de ese gesto.


¿Qué mensaje les daría a los trabajadores de UTEDYC y de todo el país?

Es tiempo de organizarse y el trabajador tiene que estar preparado. El movimiento obrero tiene que incluir a todos. Ese es un proceso de unidad que se está dando en la CGT, a pesar de todos los problemas internos que tiene. Primero, la unidad en la acción, y después la unidad de concepción. Por otro lado, un sindicato que no tiene propuesta de educación, tiene una gran debilidad porque el conocimiento es uno de los grandes valores que tiene el trabajador. En el día a día, la lucha de clases se produce en la disputa que se da en el lugar de trabajo. El trabajador es quien sabe hacer las cosas y a quien le pagan por lo que hace, no por lo que sabe. Entonces, debemos tener la capacidad de sistematizar ese conocimiento y certificarlo de manera universal. Eso sólo puede hacerlo el Estado y por ese motivo la conexión que hay entre el Estado y el movimiento obrero en la capacitación es fundamental. Incluso existe una recomendación de la OIT, la cual dice que la educación en el campo del trabajo debe ser tripartita: deben participar el empleador, el Estado y el gremio. El futuro del sindicalismo en Argentina está en la disputa del conocimiento.