Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Año 11 - Número 37 - Agosto 2018 / Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
“Un gremio es la solidaridad hecha justicia”

Entrevista a Juan Carr

Una noche fría y lluviosa de julio en la Catedral Metropolitana. Cientos de personas se reúnen y esperan por una ración de comida de las ollas populares. Allí llega Juan Carr, un hombre siempre ligado a las acciones solidarias y a la transformación social argentina. Hace 22 años fundó Red Solidaria y hoy está enfocado en la Escuela de Líderes para la Comunidad, un proyecto que busca identificar y formar a todos los jóvenes que desean involucrarse con los sectores más desprotegidos de nuestro país. En diálogo con Revista 5/02, Carr se refirió a sus inicios, a este nuevo desafío, a la participación ciudadana y al rol de las mujeres y de los sindicatos en las campañas solidarias.

¿Cómo surgió su compromiso con los aborígenes?

Soy scout desde los 9 años y siempre me inculcaron que debía trabajar por la comunidad y por los demás. Tenían la particularidad de misionar en el oeste de Formosa. Allí había Wichis y Pilagás. Durante toda mi infancia me hablaron de ellos y no me dejaban viajar por mi edad. En enero de 1980, al cumplir los 18, me afilié a un partido político, doné sangre y logré conocerlos. Los pueblos originarios marcaron, en mis inicios, mi vocación por lo social. Entre los 18 y los 21 años fui cinco veces más a esa región, a misionar; algo más bien espiritual, aunque ellos no eran católicos sino evangelistas. También dimos un curso de enfermería. Si bien fue mi comienzo, ya estaba involucrado desde los 14, cuando asistía a personas en situación de calle en Buenos Aires. Más tarde, ya en la universidad, iba a un leprosario: un hospital con pacientes que habían quedado mutilados por la lepra.

Toda su labor social llevó a la UNESCO a nominarlo para el Premio Nobel de la Paz en numerosas ocasiones, ¿qué significó para Ud.?

La particularidad es que la UNESCO nos nominó siete veces, pero la verdad es que soy hincha de Abuelas para el Nóbel. Quizás después vendremos nosotros, que somos la otra generación. Por otro lado, me enorgullece. A la Cátedra de la Paz de la UNESCO le llamó la atención cómo se organizaba la comunidad argentina a través de la Red Solidaria para transformar una realidad. Eso me da una gran satisfacción porque no tiene papeles ni personería jurídica, sino que es un movimiento cultural. Está en 23 países, pero quisiera que llegue a los 190 en dos o tres años.

¿En qué se destaca la sociedad argentina respecto a la solidaridad?

Con tanto dolor y sufrimiento que hemos tenido como país, resalto la capacidad de organizarse en situaciones de catástrofes, tal como ocurre en las inundaciones, por ejemplo...

En relación a las acciones solidarias, ¿cuál es el papel de los sindicatos?

Mi padre (Juan Carlos) era abogado y estuvo 21 años en el gremio de la AFIP (AEFIP), de manera que admiro lo que significa la figura de un gremio. Fue secretario general toda su vida y renunció porque había que hacerle un paro a un gobierno democrático. Él consideró que un sindicato no debía hacerlo en ese momento.
Donde hay un gremio, la solidaridad se vive y está formalizada. Es una comunidad de personas que se preocupa por la vivienda y por el trabajo digno. Cuando hay un gremio, nosotros no tenemos nada que hacer. Su modelo es: ‘Nosotros tenemos que estar unidos para defender los derechos de los trabajadores’. Es la solidaridad hecha justicia.

¿Y el de las mujeres?

Mi generación fue muy machista. Me crié con mi madre, mi abuela y mi tía y por ese motivo la mujer ocupó un lugar muy importante en mi vida y me generó mucho respeto. En el mundo social, en la pobreza extrema, la mujer es la familia. Vengo de un ambiente muy femenino y, en ese sentido, nunca tuve la necesidad de reivindicar a la mujer, por quien siento una admiración real y profunda. En la solidaridad clásica el 80 por ciento de los colaboradores son mujeres. Hay varias referentes: la Madre Teresa de Calcuta, Eva Perón, Alicia Moreau de Justo, Alfonsina Storni... Juana de Ibarbourou en Uruguay. Hace un tiempo subí a mi Instagram una foto de una reunión en un lugar del Gobierno. Eran 25 varones y la única mujer estaba sirviendo café… O, por ejemplo, en el poder de América Latina, privado y público, no hay mujeres. Creo que estamos en el camino correcto, pero falta: Cada dos o tres días aparece muerta una mujer...

En términos de políticas públicas y sobre la base de su experiencia, ¿qué puede mejorarse para favorecer la actividad solidaria?

Nosotros, un movimiento cultural como la Red Solidaria, nunca vamos a reemplazar al Estado en los hechos ni en el marco teórico. A lo sumo lo complementamos. Para problemáticas como el hambre y la pobreza extrema faltan muchas acciones. La comida para todos está, pero hay que distribuirla. Lo ideal sería lograr un gran acuerdo de los 50 jugadores más importantes para esos temas. Quedarían los gremios, las universidades públicas y privadas, los clubes, el Gobierno Nacional y la oposición; Cáritas, Cruz Roja, (Fundación) Tzedaká, y algunos más. Lo que falta es que esos grandes actores se junten porque es difícil hacer algo para los más postergados sin un acuerdo básico. Los últimos fueron el Plan Jefes y Jefas, y la Asignación Universal por Hijo.

Con respecto a este gran acuerdo, ¿qué elementos tiene que tener una campaña solidaria
para ser eficiente?

Es mucho más noble un gremio que una marca. El trabajador sindicalizado tiene un trabajo digno, algo que el movimiento solidario no puede brindar. El sindicato lo hace por una razón mucho más importante: por justicia. Es una tarea fabulosa; es en sí mismo una red solidaria. Todos tendrían que estar en su casa y no acá en la Catedral. En realidad, para que esto desaparezca, debería llegar la política.
Si te quedás en la alfombra roja, te volvés indiferente, pero si permanecés en el barro,  podés cargarte de resentimiento. Éstos son los dos monstruos de la cultura solidaria. Estoy muy agradecido al lugar en el cual nací porque me dio una cultura, una carrera y un mundo de relaciones donde no había resentimiento.
Por otro lado, al estar tan cerca del dolor, te mantenés y en algunos lugares de difícil acceso al poder nos va bien porque parecemos exitosos. Nosotros lo describimos así: de diez batallas por día, perdés seis, empatás tres y triunfás en la restante. La que ganás es la que sale en las tapas y la que celebrás.
Un brasileño de la década del 70 escribió: ‘Nos pusimos del lado de los trabajadores y nos derrotaron. Nos pusimos del lado de los esclavos y nos derrotaron. Nos pusimos del lado de los desocupados y nos derrotaron. Nos pusimos del lado de los gays, lesbianas y homosexuales, y nos derrotaron. Nos pusimos del lado de los oprimidos y nos derrotaron. Pero nunca nos pusimos del lado de los que nos derrotaron. Ésa es nuestra victoria’.

UTEDYC mantiene un fuerte compromiso en la formación, especialmente de los jóvenes. ¿Cuáles son los valores que se inculcan en la Escuela de Líderes que Ud. dirige y cómo podrían trasladarse al ámbito sindical?

Alguien puede ser un ganador o una ganadora, pero un joven líder tiene que estar involucrado con su comunidad. Comenzamos nuestra idea con una tesis: ‘En Argentina, toda persona de entre 25 y 110 años es un docente. Si sobrevivió, es un docente en lo suyo’. Creo que hace falta una escuela de liderazgo en todos los ámbitos. Por ese motivo, quisiera que los líderes que ahora tienen menos de 24 (alguien que va a ser un gran arquitecto, un trabajador social o una médica) se conozcan antes de llegar a los 50. Estamos trabajando con la generación de 16 a 24 años. Estoy muy contento.

En la actualidad, Ud. participa en una agencia de comunicación…

Sí, en Red / Acción. Somos 14 personas las que fundamos este medio digital y una vez por mes sale en papel. Es periodismo de propósito, una corriente nueva proveniente de Europa y Estados Unidos. Nosotros la tomamos y la ‘latinoamericanizamos’. La idea es que quien vea la nota tenga ganas de modificar o participar en esa cuestión. No son buenas noticias ni solidaridad.

¿Cuál es su balance sobre la lucha que dio origen a la sanción de la Ley Justina?

Hace dos años, en el peor momento de la historia de los trasplantes en término de números, fuimos a Casa Rosada. Acordamos con la Justicia Electoral hacer algo distinto para estas dos últimas elecciones. Durante las PASO tuvimos una primera acción, donde se anotaron 8 mil personas. Y en la siguiente, se inscribieron 18 mil. Un récord en la historia. Nunca había pasado. La historia de Justina (Lo Cane) fue una tragedia, pero generó una mega revolución que condujo a la modificación de la Ley. Antes uno era presunto donante y había que confirmarlo; ahora uno ya lo es y en caso de no querer, tiene que explicitarlo. Es un paso más.

¿Qué mensaje le daría a los trabajadores y a los afiliados de la Unión?

En la historia argentina, creo que las grandes decisiones que el pueblo trabajador tomó fueron acertadas. Me enorgullece que Argentina sea, con sus gremios, una reserva de la dignidad del trabajo. Cuando se generan dudas, es necesario volver a los ideales de los primeros soñadores, de los anarquistas, de Yrigoyen, de Evita y de Perón... Creo que ahí existe una reserva fabulosa de ideología y de ideas. Así como consulto a Dios y todo el mundo es religioso en algunas cosas, el olfato que ha tenido nuestro pueblo trabajador, siempre tiene para mí algo de Dios.

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