Publicación de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Secretaría de Prensa y Propaganda Nacional
Entrevista a Silvio Velo

“Sueños hechos realidad”

Humilde, entusiasta y pícaro, el capitán del Seleccionado Argentino de Fútbol para Ciegos compartió sus vivencias y narró su experiencia para superar los obstáculos.

Siendo el cuarto de trece hermanos, Silvio Velo nació con cataratas congénitas y, a pesar de haber sido operado a los siete años, nunca pudo ver. Creció en el humilde barrio de Las Canaletas, en San Pedro, a 164 km. del Área Metropolitana de Buenos Aires. “Siempre digo que tuve una infancia maravillosa, rodeado de mucho cariño, de la familia y jugando al fútbol, que era mi pasión”. Como si fuese un reflejo natural, la sonrisa pícara del capitán del Seleccionado Argentino para Ciegos se estira a lo largo de su rostro cada vez que comparte una anécdota de su niñez. “Me sirvió mucho que mis padres no sean sobreprotectores; así como jugaba al fútbol, también andaba en bicicleta o jugaba a la escondida. Nunca encontré a nadie, pero participaba”, cuenta entre risas. Entre sus vivencias recuerda: “teníamos una canchita de barrio y, cuando la usaban los grandes, nos íbamos a jugar al techo de la capilla, con lo peligroso que eso significaba para todos, así que imagínate para mí que no veía. De hecho, un día me caí, con una suerte bárbara, porque justo manoteé la reja de una ventana, me trepé y seguí jugando. Por suerte no me paralizó, ni me dio miedo, ni fui desesperado a contarles a mis padres porque no me hubiesen dejado salir más”.

El creador del apodo los murciélagos con que se reconoce al seleccionado del que forma parte hace 30 años, en diálogo con la Revista digital 5/02, contó cuál fue la clave para lograr los objetivos: “Yo nací ciego, pobre, pero ante esa situación adversa, lo bueno es que nací con un sueño. Entonces supe en qué enfocarme. Nací con la pasión del fútbol, con la pasión de un deporte que -en mi más temprana infancia- era visual. Igualmente, jugaba al fútbol en el potrero con mis hermanos y amigos, con una pelota normal como la que usa cualquier chico. Quizás la encontraba cada cinco minutos, pero no me importaba tanto eso, sino sentir esa sensación de estar jugando, escuchar la pelota picar. En definitiva, de compartir el deporte del que era apasionado. Tuve ese sueño y algo por qué luchar. Y eso es algo que me hizo fuerte”.

Sus años en el internado
“Siempre digo que me fui a vivir solo a los diez años”. Con su picardía habitual, Silvio recuerda su llegada al Instituto Román Rosell de San Isidro. Por aquel entonces, en San Pedro no había escuelas para chicos no videntes y sus padres tomaron la difícil decisión de dejarlo en el internado para que pueda cursar el primario. “Fue duro para todos. Dejar a un hijo en un lugar que ellos no conocían, imagino que se habrán ido con los ojos llenos de lágrimas. Pero priorizaron lo mío, porque gracias a esa decisión, soy quien soy. Gracias a eso descubrí que podía ser alguien en la vida. Recuerdo que el corazón se me salía del pecho cuando escuché la pelota por primera vez. Ahí descubrí que los chicos ciegos juegan al fútbol con una pelota con sonido, entonces dije ‘qué fácil que era esto’. Era ponerle un cascabel a una pelota y poder jugar… Tenía una alegría impresionante. Ahí supe que se me estaba presentando la oportunidad de poder jugar al fútbol, que iba a poder ser jugador de fútbol. Me puse a trabajar para eso, abracé esa oportunidad con uñas y dientes… Descubrir que pude darme cuenta que podía abrazar el sueño. Y por más que al principio fue duro, me encontré con profesionales que me trataron muy bien. Nunca tuve problemas, era como mi segunda casa. Estoy totalmente agradecido al instituto Román Rosell”.  

Sueños hechos realidad
A comienzos de la década del 90’, el fútbol para ciegos estaba más relacionado a la inclusión social que a la competitividad. Hasta que Enrique Nardone (uno de los profesores del instituto donde estaba internado Silvio), junto a otro colega español y un brasileño, se las ingeniaron para llevarlo a los Juegos Paralímpicos. “Se dieron cuenta que los chicos que ellos entrenaban querían jugar al fútbol y competir. Así que, un poco visionarios, idearon un reglamento sacado del fútbol sala convencional con algunas adaptaciones, como la pelota con sonido o que la cancha esté vallada, y le agregaron que los jugadores debían tener los ojos cubiertos para que no haya suspicacias. Con esos cambios se armó el primer seleccionado en 1991 y, desde entonces, estoy con la cinco y la cinta de capitán”. Si bien ese equipo fue armado por jugadores del instituto, sirvió como plataforma de lanzamiento para alcanzar la difusión que tiene en la actualidad. El Seleccionado de los Murciélagos está compuesto por jugadores de diferentes provincias.  

En su larga trayectoria como futbolista, Silvio Velo tiene la particularidad de haber vestido la camiseta de River Plate y de Boca Juniors. “Es un poco histórico. Jugué en River diez años porque Boca no tenía fútbol para ciegos, hasta que presenté un proyecto en 2016. Cuando lo aceptaron, cambié de vereda. Toda la vida fui hincha de Boca, pero vale destacar con mucho respeto a la gente de River Plate, ya que es el primer club en el mundo afiliado a FIFA que tiene fútbol para ciegos. Eso es muy digno de destacar porque jerarquizó un montón nuestra liga. El fútbol para ciegos tiene una liga con 28 equipos en todo el país; que River se haya hecho eco de este deporte fue muy importante. Y cuando se me dio la posibilidad de armar el equipo en Boca Juniors, estuvo bueno. Era cumplir otro sueño, el de ponerme la camiseta del club del cual soy hincha, pero más allá de eso, siempre lo pensé por el lado del crecimiento del fútbol para ciegos”.

Como capitán del Seleccionado Argentino, el sampedrino fue campeón del Mundo en Río de Janeiro 2002 y Buenos Aires 2006; se colgó la medalla de plata en los Juegos de Atenas 2004 y los bronces en Beijing 2008 y Río 2016, y ganó medallas plateadas en los Parapanamericanos de Río 2007, Guadalajara 2011, Toronto 2015 y Lima 2019. Y hoy, mientras se prepara para los que tal vez sean sus últimos Juegos Paralímpicos, sueña con un solo resultado: el oro en Tokio 2021. “Todos tienen su gustito, primero en campeonato del mundo después de perder dos finales y salir campeón en Brasil. Todo lo que he logrado, lo he disfrutado muchísimo. Atenas 2004 fue la primera vez en que el fútbol para ciegos participaba en los juegos Paralímpicos, y lograr la medalla de plata fue muy meritorio. Quedar en la historia del deporte fue muy importante. En 2006, ganar el Mundial en el país fue el más emotivo. Porque jugar para tus viejos, tu esposa, tus hijos, amigos… jugar con ellos en la tribuna y que me toque hacer el gol de la final a Brasil es maravilloso”.

Inquieto y entusiasta
Contagiando optimismo en cada palabra, el capitán del Seleccionado Argentino en 2018 participó de una expedición al Aconcagua, en el marco de la Fundación García Galupo, junto a otros deportistas y famosos. “Cuando me convocaron para subir, nunca me había subido ni a un cerro”, explicó sonriente. “Sabía que me iba a encontrar con obstáculos como nieve, viento, el piso y demás. Pero está en mi esencia. Soy una persona que no se queda con lo que logró. Busco nuevos desafíos porque creo que uno demuestra que se puede ir superando, y demostrarle al resto que se puede. En el año 2013, participé de un reality show de saltos ornamentales que se emitió por TELEFÉ. Y acepté porque justamente podía transmitir con hechos la superación. Tuve que enfrentarme a obstáculos como la altura, el miedo, que por suerte lo pude superar, y tirarme de la plataforma de diez metros con doble mortal hacia adelante”. Además de brindar las charlas motivacionales, Silvio Velo escribió el libro: Cuando hay voluntad hay mil maneras. “De eso se trata la vida. Muchas veces nos quedamos en la frase de lo que queremos ser o cuando lo intentamos, ante el primer fallido, bajamos los brazos. Es ahí cuando hay que seguir y es ahí donde está la diferencia. Cuando se presenta el primer obstáculo, es sacar pecho, levantar la cabeza y saber que el sueño está del otro lado. Entonces, sortearlo como sea, perseguir ese sueño y ayudar a que se cumpla. Porque uno solo no lo puede hacer, pero en el camino te vas encontrando con gente que va aportando su granito de arena para que llegues. Pero para que las oportunidades se presenten, vos tenés que estar ahí. Lo importante es estar en el lugar y tener la actitud para decir ‘yo quiero esto’ y las cosas se vayan dando. No podemos quedarnos con lo que no tenemos, sino que hay que potenciar lo que uno tiene. Cuando planifico algo, me imagino con la medalla colgada. Soy consciente que voy a encontrar barreras y obstáculos, pero no hay que focalizarse en los problemas, sino en los resultados”.

Padre de siete hijos y abuelo de un par de niños, el familiero futbolista recuerda sus orígenes: “La familia es el sponsor número uno que se puede tener. Si bien pude lograr muchos títulos, me quedo con el logro de poder haber formado la familia que formé con Claudia. El hecho de poder tenerlos, que te apoya, que están en las malas bancándote, porque al principio nadie daba un peso por nosotros. Nos hicimos a fuerza de resultados. Vivimos en un país exitista. Al principio, tuve que vender lapiceras en el tren porque con palmaditas en la espalda y las medallas uno no llena la olla. Entonces, había que dedicarse a otras cosas. Pero nunca me aparté del foco de ser jugador. Hoy, los deportistas, ya sean olímpicos o paralímpicos, gracias al ENARD y a la Secretaría de Deportes de la Nación, obtenemos una beca para poder vivir del deporte. La verdad que es un reconocimiento al esfuerzo de los deportistas. Los Murciélagos es una selección que está entre las dos mejores del mundo. Martín Demonte y todo su equipo vienen trabajando muy bien y han logrado que otros países se fijen en todo lo que se hace para el desarrollo de este deporte”.