Serio, sereno y convincente en cada afirmación, el excombatiente Rodrigo Paz comenzó su relato a 41 años de la guerra: “Cuando me dicen Malvinas, lo primero que se me viene a la cabeza es agradecimiento. Por las oportunidades que la vida me dio y por haber sido parte de una gesta tan importante. Porque los veteranos somos parte importante de la historia de este país”.
Con 19 años, era un joven típico de la época, a quien le gustaba salir con su novia, practicar distintos deportes (especialmente fútbol y rugby) y disfrutar de cada momento. Pero la madrugada del 4 de abril de 1982 su vida cambió. “Me despertaron mi vieja y mi viejo y me dijeron: ‘te están buscando’. Eran las 4 de la mañana y había un soldado en el living. Me dio el acta convocatoria que decía que me tenía que presentar a las 10 en el Regimiento de La Tablada. Cuando llegué, la Avenida Crovara estaba llena de gente”, describió sobre aquella jornada que marcaría un antes y un después en su memoria. Fue en ese momento y luego de conversar con un Sargento que se enteró del motivo de la convocatoria: “Fuimos a Malvinas con la inconsciencia de lo que iba a suceder. Superar una guerra es difícil y aprendí a convivir con las cosas. Lo que hice fue convertir esas vivencias en experiencias”.
Poner en palabras este acontecimiento histórico fue una gran dificultad para los veteranos y Rodrigo Paz no fue ajeno a ello, sino hasta hace algunos años cuando junto con otros excombatientes decidieron empezar a hablar sobre el tema. “Si no contamos la historia nosotros, ¿quién lo va a hacer? Fue un click para muchos. El silencio es prudencia, pero a veces no es inteligencia.. Ser inteligente es contar la historia”, expresó. “Cuando se cumplieron cuarenta años de la Guerra comencé a dar charlas a miles de alumnos -en colegios como el Euskal Echea, San Agustín, San Francisco de Asís y Misericordia de Flores, entre otros- y más de 10 empresas, tanto en Brasil como en el país. Nunca referidas a la parte bélica, sino con una breve reseña histórica. Enfocadas en valores y en educación; y en cómo a pesar de estar en situaciones límites, se puede salir adelante. Todo lo que el soldado argentino no tuvo en experiencia, lo tuvo de valor y coraje”, agregó.
En referencia a aquellos trágicos días, donde perdieron la vida 649 soldados argentinos, Paz recordó los bombardeos constantes, especialmente durante las noches. “La intención era generar aún más desgaste psicológico -analizó el excombatiente desde el presente-. Nos encontrábamos en posición de combate detrás de Puerto Argentino porque se creía que el desembarco iba a ser directamente allí, pero terminó siendo en San Carlos”
Durante sus días en Malvinas y a pesar de su corta edad, Paz presenció el maltrato a soldados, congelamiento de pies, compañeros estaqueados (atados al piso gélido de las islas) y subtenientes amenazando con un arma a sus propios soldados. La comida escaseaba al punto tal que regresó de la guerra con 16 kilos menos: “He visto muchísimas cosas… cuando me hablan del frío y del hambre, ya los viví; sé cómo se sienten. Todos los días nos bombardeaban. La guerra es el caos llevado a su máxima expresión, donde se manifiestan todas las miserias humanas, pero donde también los valores alcanzan su máxima dimensión: la amistad, el compañerismo y la lealtad”, expresó el veterano, quien en noviembre último cumplió 60 años. Y amplió sobre el rol de los medios de comunicación en aquel entonces: “No olvidemos que vivíamos una Junta militar y los que manejaban la información eran ellos. No podían decirle al pueblo ‘nos están cagando a balazos’. ¿Cuál era su idea? Perpetuarse en el poder”.
El avance de los ingleses era permanente y agobiante, a tal punto que se produjo la rendición el 14 de junio de 1982: “Ellos eran muchos más que nosotros. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. A veces los argentinos nos llenamos la boca hablando sobre nuestra bandera, escudo y escarapela… Pero… ¿entendemos realmente su significado? Cuando bajaron nuestra bandera e izaron la británica, estoy diciendo todo”.
Cinco días más tarde, junto con el resto de los soldados, Rodrigo Paz volvió como prisionero de guerra a bordo del transatlántico Canberra, con destino a Puerto Madryn. Fue en ese momento, gracias al dominio del idioma inglés, que debió llenar los formularios correspondientes a la Convención de Ginebra. En el epílogo de la guerra la orden de su superior fue directa: “Paz, hágase cargo”. Su apellido resultó una paradoja absurda, como si realmente existiese una conciliación después de tanta muerte.
Ya en el país, logró volver a su hogar solo por algunas horas en las vísperas del día del padre, para luego regresar temprano al Regimiento. Así lo recuerda el excombatiente: “Me llevó un taxi desde La Tablada. Mi mamá me tocaba para ver si estaba entero y mi viejo me recibió con un salamín y una coca cola. Le habían dicho que había caído en combate. Ahí se veía cómo manipulaban la información”.
Como si su vida fuera un oximoron -trabajó tiempo después para una compañía inglesa y viajó a Londres por motivos laborales-, comenzó a reinventarse luego de la Guerra. Esto derivó en un proceso emocional que implicó varios años en los que su familia cumplió un rol de contención fundamental. Tras radicarse algunos años en Santiago del Estero, fue padre de tres hijos: Sofía (34), Dolores (33) y Facundo (29). El paso del tiempo lo unió con Elsa, su compañera desde hace más de dos décadas, y también lo transformó en el abuelo de Aimé: “Hoy en día, soy lo que soy gracias a mi familia”, resaltó visiblemente emocionado y destacó el valor de la formación como otro pilar esencial para abordar la posguerra. En el plano profesional y luego de un gran esfuerzo, logró conformar una consultora de asesoramiento contable legal, de seguros y finanzas.
En el cierre de la entrevista, el excombatiente valoró el reconocimiento que les brindan a los veteranos de Malvinas el pueblo argentino en general y las nuevas generaciones en particular: “Las Malvinas se empezaron a recuperar cuando los chicos comenzaron a interesarse”. Y concluyó su mensaje con unas palabras destinadas a todos ellos y al Rodrigo Paz que combatió en 1982: “Nunca dejen de luchar por lo que quieren, ni de soñar por lo que tanto desean; jamás permitan que los obstáculos que les presentan en la vida sean suficientes para no cumplir con su objetivo”.
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