Con la llegada del verano, es necesario tomar ciertas precauciones para cuidar nuestra salud de los efectos que provocan las altas temperaturas tales como el agotamiento por calor y el golpe de calor.
Los signos y síntomas más frecuentes son: temperatura corporal de 40°C o mayor, falta de sudoración, calambres o debilidad muscular, vómito o náuseas, disminución del rendimiento, alteraciones del estado de conciencia con pérdidas del sentido (alucinaciones, somnolencia o dificultad para articular o comprender el habla), hiperventilación y taquicardias.
Cuando el calor es extremo, el cuerpo no puede enfriarse adecuadamente mediante el sudor. La exposición al calor incrementa el funcionamiento del corazón para tratar de refrescar al cuerpo generando taquicardias y lesiones de forma transitoria o permanente en los riñones, hígado y pulmones. Por ello, su identificación y tratamiento son de suma importancia.
Las personas que son más susceptibles a padecer complicaciones por las altas temperaturas son las y los pacientes con patologías, las personas mayores y los niños y niñas. Sin embargo, el calor puede afectar a cualquier persona si se expone por un tiempo prolongado al sol o realiza actividades físicas intensas sin prevención. Existen ciertos aspectos preventivos a los que debemos prestar atención para poder disfrutar a pleno del verano, sin correr riesgos o sufrir daños.
Para cuidar nuestra salud y mantener una temperatura corporal equilibrada durante los días húmedos y/o con temperaturas elevadas, podemos adoptar las siguientes medidas:
Por último, cabe destacar que existen otros cuadros que se asocian con las altas temperaturas o exposición al sol, tales como: el fotoenvejecimiento, el daño retiniano solar, el cáncer de piel, el sofocamiento por calor e insolación, la deshidratación leve y los calambres por sudoración excesiva.