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Matías Tombolini en #UTEDYCenVIVO

"Contexto económico y herramientas crediticias para enfrentar la crisis."

Dale PLAY y reviví la conversación.
El jueves 16 de julio el actual Vicepresidente del Banco de la Nación Argentina, Matías Tombolini, protagonizó el espacio del ciclo #UTEDYCenVivo. Durante su exposición, demostró no sólo sus conocimientos como Licenciado en Economía (UBA), sino también como comunicador y político. Esta nota resume los principales contenidos de su disertación.

 Estamos atravesando una crisis sin precedentes. Una crisis que puede compararse a una catástrofe natural, ya que no fue provocada por variables económicas. Por lo tanto, no es igual a las grandes crisis económicas (la del 29 y la del 2008, conocida también por su referencia a la quiebra de Lehman Brothers). Una catástrofe natural… Soy santafecino, sé lo que es una gran inundación: “Cuando el agua llega, no queda nada”. Esta pandemia pone arriba de la mesa un dilema: O proteger la vida humana o la economía; en realidad, es un “falso dilema”. No duda de que el distanciamiento social es la única herramienta que permite proteger la vida de la gente.
La consecuencia económica es brutal en todos los países, aquellos que impusieron una cuarentena más estricta y los que no lo hicieron. Es que debido a la interrelación que existe entre las economías en el mundo, tanto entre países distantes, como entre aquellos de una misma región (como el Mercosur), o aún en una misma región (como Estados Unidos), el nivel de integración económica a escala global hace que el efecto del cierre de la cuarentena irradie hacia los distintos sectores económicos, con independencia de su ubicación geográfica o del grado de restricción del distanciamiento social.

Según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el volumen del comercio global y el intercambio comercial en el mundo van a caer. Un descenso que estará en el orden de entre un 15 y un 20%”. Este intercambio es como “el caballo que tira del carro del crecimiento de la economía internacional”. Si la crisis del 2008 significó una contracción del 0.1%, la actual será de aproximadamente el 4%, es decir, 40 veces más. Es de un impacto sin precedentes en la historia del capitalismo porque el efecto del distanciamiento social es que se han congelado, a la vez, la oferta y la demanda. Lo que implica una destrucción concreta de valor.
No se va a recuperar luego lo que no se produjo ahora. La destrucción de valor supone una caída del consumo y un aumento del desempleo y de la pobreza. En suma, empeoran aún más las condiciones económicas. A escala planetaria, se genera una recesión sin precedentes.
Para paliar esta situación se toman medidas contracíclicas. En el caso de nuestro país, que ya venía atravesando una crisis y una recesión desde dos años atrás, el gobierno implementó una política de mitigación; ha dispuesto herramientas como el IFE (Ingreso Familiar extraordinario: diez mil pesos, igual para todo el mundo, no es sectorial), y el ATP (Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción), con el cual se cubre el pago del 50% de los salarios del más del 99% de las PyMES. Se trata de políticas de ingreso desde las cuales el Estado aumenta su presencia, pero esto no alcanza. Porque se cerró el 2019 con un 53,8% de inflación, dos puntos de tasa de desempleo, 35% de pobreza y una caída del PBI que acelera la deuda externa. Esto configura un punto de partida muy complicado para Argentina.

No sabemos cuánto va a tardar la recuperación. La velocidad y la profundidad de esta crisis no tienen precedentes. La crisis del Tequila se extendió durante 18 meses; la del 98, que llegó hasta el 2002, sufrió una recesión de más de 3 años y tardó otros 82 meses en recuperar el nivel de actividad que tenía antes de empezar, y la actual, que tiene origen en abril de 2018, no sabemos cuánto tiempo durará, ni cuál será el nivel de deterioro después de la crisis. Como durante la Segunda Guerra Mundial, estamos encerrados en un refugio de una ciudad bombardeada. O si pensamos en catástrofes naturales, ha caído un meteorito. Pero aún estamos bajo los efectos de esa radiación. Aún estamos en el refugio y afuera siguen las bombas. Recién cuando salgamos a la superficie, podremos evaluar los daños y saber cómo es la situación real.
Se puede prever que, como consecuencia, la economía se contraerá entre un 8 y un 10 %, el desempleo estará entre un 12 o 15% y la pobreza se acercará al 45%. Una economía que tiene que ser pensada su reconstrucción más que en su recuperación. El plan económico deberá comenzar por construir nuevamente las columnas. Pero mientras estamos administrando la crisis no podemos pensar en la reconstrucción. De hecho, aún no sabemos cuál será el resultado de la reconstrucción de la deuda. Las estrategias pueden estar, pero no se puede empezar a construir el edificio sin datos de los materiales, sin conocer el terreno, sin una definición del suelo.
En esta incertidumbre lo que podemos hacer es prepararnos. Tener distintas hipótesis de trabajo para distintos escenarios. Hay, por lo menos, tres escenarios posibles, dependiendo de si el mercado es expansivo, conservador o contractivo. Esto puede variar según los rubros.
Esas variables suponen distintas estrategias: agresiva, conservadora o defensiva.
Es necesario tener una mirada proactiva; no se puede pensar en lo que viene con la cabeza del pasado. Es tiempo de leer, de informarse; es tiempo de diseñar distintas estrategias posibles, mirar a los distintos países y a sus mercados.

En cuanto a nuestras prioridades, “hay que atender primero al que le hace ruido la panza”. No creemos en la meritocracia si antes no aparece el Estado para igualar el punto de partida. El que tiene hambre siempre sale desde atrás. Es preciso implementar una política que atienda lo urgente. Y hoy lo urgente es el hambre.
Hay todo un desafío: el mundo del trabajo tiene que dialogar con el mundo de la producción. Que haya un nuevo tipo de capitalismo, en el que el trabajo incluya las relaciones humanas y de producción. Un empresario exitoso genera ganancias y crea empleo. Es preciso que se creen condiciones de empleo a largo plazo. Para ello, todos tenemos que poner algo. Ahora no estamos en una situación de puja distributiva, sino en medio de una crisis natural. “No hay que sacarle el culo a la jeringa”. Como lo hacen quienes representan a los trabajadores: no arrugan; son los que arremeten.